Se hacen eternos los meses de frío mientras esperamos a que los días se alarguen y poder salir a navegar sin quedarse con la manos heladas y sin "congelarse" al mínimo soplo de viento invernal.
Y es que el verano se disfruta mucho a bordo de un velero.
Los días pasan suavemente y el sol nos proporciona suficiente luz para ponernos morenos y dejar atrás esa piel blanca y un poco triste de los meses con escasos rayos de sol.
Después de una travesía, preferiblemente a vela, se llega a una cala en una isla y se fondea con el ancla. Lo de ir a vela en el Mediterráneo no es tan fácil de poner en practica porque es un mar de ventolinas y calmas estivales, pero con la ayuda del motor, unas velas livianas y un poco de paciencia, se logra.
Una vez instalados en el fondeo, podemos empezar por darnos un baño, ir a bucear, jugar a pelota en el agua o sencillamente, quedarnos en cubierta tomando el sol o leyendo un diario, revista o libro tranquilamente.
Luego podemos preparar la comida a bordo, con super aperitivo, o bajar con la neumática auxiliar a tierra y almorzar bajo una sombra de chiringuito tranquilo, una opción cómoda pues nos ahorraremos cocinar en el interior del barco y con la ventaja de que nos permite caminar un poco y estirar las piernas.
Estas arquitecturas efímeras pero no menos importantes que son los chiringuitos playeros son ideales para disfrutar una comida o una copa en buena compañía, con los pies descalzos, medio enterrados bajo la suave arena de la playa y oyendo el cercano rumor del mar.
Formentera Foto: Emma Mora |
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