Hola: retomo el blog después de unos meses sin actividad debido a estudios, trabajo, familia pero con ánimos renovados para seguir compartiendo contenidos seleccionados que puedan ser interesantes para los lectores y seguidores.
La isla de Tabarca es una pequeña porción de tierra frente al cabo de Santa Pola. Además de ser reserva marina protegida guarda en su calles y caminos polvorientos pedazos de historia que explican la manera de vivir de una comunidad mediterránea estrechamente vinculada al mar desde tiempos pasados. En la actualidad las cosas han cambiado y el turismo es la principal ocupación de los tabarquinos.
En el siguiente texto se narra la transición de una manera de vida a otra, espero que disfrutéis de su lectura. Fue escrito por Martine y Jean-François Garry, traducido por Pilar Ferrández Bañón y publicado por la revista "Le Chasse Marée" www.chasse-maree.com
Muchas gracias a todos ellos por permitir su publicación.
¡Ah! Me olvidaba, mis antepasados paternos provienen de esta isla donde el salitre y el olor a mar están presentes en cualquier rincón o paisaje. Por eso Tabarca representa algo muy especial para mí.
En
1971, tres jóvenes franceses se embarcaron en un pequeño balandro para ir a
pasar un invierno en Tabarca, una isla al sur de Alicante. Querían rodar un
documental sobre una comunidad de pescadores que vivían apartados del mundo
moderno. Llegaron justo a tiempo, porque las primeras señales de cambio,
empezaban a aparecer.
Delante
de la garita que se encuentra en el muelle del puerto de Santa Pola, un gran
catamarán de motor, sin alma, de color violáceo, está amarrado. Promete una«
súper visión submarina »... Tabarca : estamos de vuelta. El tiempo cambia las
cosas y los paisajes. Ni la isla que hemos conocido, ni nosotros, somos los
mismos. Las imágenes que descubriremos nos servirán de puente hacia aquellas
que vimos, y que nuestra memoria conserva a pesar del paso de los años.
Pedimos
dos billetes para esta isla situada a unas diez millas al sur de Alicante,
enfrente de Santa Pola.
•
¿Hay un barco que solo haga la travesía?
•
Si no queréis ver los peces, no tenéis más que quedaros en cubierta . No hay
obligación de verlos.
Un
poco sofocados, embarcamos. La isla posee el título de primera reserva marina
española desde 1986, sus aguas transparentes están protegidas. Desde cubierta,
vamos descubriendo poco a poco la silueta alargada de la isla, aun cubierta por
una ligera neblina. Parece un caimán.
Al
acercarnos, el barco aminora y como por arte de magia, muchísimos peces
amansados por tantas travesías alimenticias, saltan alrededor del barco y
devoran, salvajemente, las cortezas de pan que amerizan y desaparecen enseguida
de la superficie. Fin de la comida.
Prosigue
la travesía hacia Tabarca y llegamos a puerto. En el muelle no hay ningún barco
de pesca, ¿ya no hay pescadores? Las canoas, barcos para turistas, ocupan el
puerto junto con la lancha de la Guardia Civil.
Desembarcamos,
aprensivos, de incógnito, arrastrados por la manada que se da prisa en ir a
descubrir el lugar. En mitad del muelle nos paramos para contemplar el mar y
prepararnos mentalmente a la vuelta a esta isla. Con tranquilidad, volviendo a
descubrir este horizonte, con el corazón latiendo muy fuerte, inquietos por
éste volvernos a encontrar.
A
la izquierda, nada ha cambiado. El campo se estira, intacto, pelado, desierto
hasta la punta Este, hacia el cementerio. A la derecha, las piedras de la
muralla, rodean el pueblo y la puerta monumental se traga a los visitantes. En
medio, la playa cierra el ansa. La visión es dolorosa, ¿qué le han hecho a
Tabarca?, el espacio está ocupado por bares-restaurantes, y, ¿qué hacen allí
todos esos patines varados en la arena?. En lo alto de la playa, el antiguo
almacén de la almadraba, donde se guardaban el material y las anclas, ha sido
totalmente renovado. Un museo ha sido creado. Al entrar, hacemos participe al
guía de nuestros secretos. Le murmuramos, como hablándonos a nosotros mismos,
que habíamos estado en esta isla, entonces abandonada, todo el invierno 1971 y
que ahora, estábamos muy emocionados.
-¿Estuvisteis un invierno en Tabarca, hace 40 años? !Debisteis de pasarlo muy bien!
No
habíamos venido a divertirnos, sino a observar, ingenuamente, con el entusiasmo
de la juventud, un grupo humano, aislado en una isla. Acabamos de salir en Mayo
del 68, con la esperanza de una vida mejor y más fraternal. Las tentativas de
convivencia comunitaria surgían, en Francia, por todas partes y queríamos
experimentarlo en nuestra carne, viviendo cinco personas en un velerito y
acercándonos a una comunidad humana que fuera auténtica de verdad. La de Nueva
Tabarca, nos interesaba por partida doble: por su identidad insular y por su
historia fuera de lo común.
En
solo unos pocos meses, reunimos la tripulación, encontramos el barco de
nuestros sueños: un hermoso balandro de madera de 8 metros y medio de eslora y
con 60 años de historia. Estaba un poco destartalado, pero tenía muy buen
precio. Igual en Pornic ( puerto de Bretaña), algunos aún se acuerdan de
aquellos jóvenes que querían restaurar aquel velero. El resultado, tras algunos
viajes para mejorar el acastillage, dejaba que desear.
Nos
hicimos a la mar. Pero a pesar de todas las reparaciones, el « Paloma » seguía
haciendo agua, las costuras escupían la estopa y no todo, cerraba
perfectamente. Never Mind.
Nuestra
comunidad no sobrevivió a la estrechez de nuestra cabina.
Éramos
cinco amigos a bordo cuando salimos de Pornic, dos chicas y tres chicos. Las
bodegas estaban llenas tras un generoso avituallamiento. Había lo suficiente
para no pasar hambre: sopas de sobre, verdura deshidratada, leche en polvo y en
bote, galletas B.N.(tipo Príncipe), que un generoso donante nantés nos había
regalado.
Tras
varios meses navegando, solo quedaban a bordo algunas galletas y tres
tripulantes, de los cuales, las dos chicas. Nuestra experiencia de vida en
comunidad, no sobrevivió a la falta de espacio, a los cambios de tiempo bruscos
del Mediterráneo y al agua que entraba por el suelo. Habíamos fracasado, hay
que reconocerlo.
Aunque
desanimados al principio, pronto le dimos un sentido a nuestro viaje. En
nuestras maletas había dos cámaras de 16mm., rollos de película, carretes de
foto, un magnetófono, y nuestra juventud, a penas 70 años entre los tres, más
que suficiente para lanzarse en la aventura.
Una
mañana de invierno del año 1971, el « Paloma » entró en el puertecito de
Tabarca y vino a amarrarse entre dos barcos de pesca, con un ancla a proa y un
cabo a popa, amarrado al muelle. Nuestra llegada no pareció provocar ninguna
sorpresa aparente. Desde el principio, el paisaje nos comió, nos volvimos
invisibles, anónimos, incluso, tal vez, ignorados. Un hombre muy curioso, en el
muelle, nos sonríe de golpe, y se dirige a nosotros en valenciano. Parece
recitar letanías incomprensibles. Se llama Pepe.
Durante
cierto tiempo, lo único que hacemos es descubrir la isla y sus habitantes. Lo
miramos todo, como si fuéramos pintores, analizando el conjunto y buscando los
detalles.. Vamos y venimos por este lugar, tan pequeño, 1800 metros de largo
por 300 de ancho. Nuestra presencia aquí, fuera de temporada no parece
intrigar, ni molestar a nadie... . Es necesario esperar un cierto tiempo, para
saber lo que se oculta en este silencio. A medida que pasa el tiempo, la
reserva distante cede el paso a las preguntas. Las primeras fueron las mujeres:
¿éramos turistas?, como esos extranjeros que vienen en verano. Con el pretexto
de ayudarnos a amarrar mejor el barco en este puerto, que estaba tan mal
protegido contra los vientos de invierno, los hombres empezaron a hablar: ¿de
dónde venimos?, ¿qué hacemos?.
Por qué habíamos elegido Tabarca más que otra isla? Tal vez a causa de la historia singular de sus habitantes. Esta isla, expuesta a los vientos, que emerge a 3 millas de Santa Pola, se llamaba en otros tiempos: Isla Plana.
En
el siglo XVIII, los piratas berberiscos la habían convertido en una base
avanzada de sus incursiones en la costa española. Es para luchar contra esa
plaga que la isla será fortificada y poblada en 1770, con familias de origen
genovés. No venían de Italia, venían de la otra Tabarka, una isla cerca de las
costas tunecinas, antigua posesión española, que se volvió genovesa hasta que
el Bey de Túnez, Ali Pacha se hizo con ella en 1741, y esclavizó a su población
cristiana. Quince años después, tras la toma de Túnez por los argelinos, los
tabarquinos genoveses, que vivían esencialmente de la pesca del coral, son
deportados a Argel. Al fin, en 1768, el muy católico Carlos III de España,
compra su libertad, y al año siguiente los transfiere a la Isla Plana,
rebautizada: Nueva Tabarca.
Es
así como 385 personas, hombres, mujeres y niños, perteneciendo a setenta y
cinco familias, se instalan en el pueblo que se había construido especialmente
para ellos y protegido por una poderosa muralla. Las casas bordean las calles
rectas, junto con una iglesia majestuosa y una plaza de armas que preside la
Casa del Gobernador. El conjunto fue concebido por el conde de Aranda en el
espíritu del Siglo de las Luces, con la doble inquietud de la defensa militar
de las costas y del bien estar de sus habitantes.
Cada
familia recibe el usufructo de una casa y de un pedazo de tierra, así como el
mobiliario indispensable y las herramientas, y un peculio. La población activa
se compone de agricultores, pescadores y artesanos, un equilibrio que debía
permitir una autonomía suficiente. Los tabarquinos obtienen, además, el
privilegio de ser dispensados del servicio militar, y, también, del pago de
impuestos.
Desde
el principio aparecen numerosas dificultades: las casas con el tejado en
terraza, son demasiado altas y las tormentas las estropean; las tierras áridas,
no se pueden cultivar; y aun peor, el agua de lluvia recogida en las cuatro
cisternas, no abastece las necesidades de los habitantes. La miseria se
instala, lo cual da lugar a rudas oposiciones entre los tabarquinos y el
gobernador que representa a las autoridades. El poblar la isla solo se
justifica por el deseo de apartar a los piratas. Así es que, cuando a
principios del siglo XIX, desaparece esta amenaza, el gobernador y sus soldados
se van de Tabarca, dejando a los habitantes a su triste suerte.
Los
tabarquinos sobreviven a pesar de todo. La comunidad se mantiene hasta el año
1910. A partir de esta fecha, los supuestos aportes de la civilización, incitan
los tabarquinos, a emigrar a la costa. En los años 60, quedan en Tabarca 274
habitantes. Muchos son viejos aferrados a una tierra, a la que los unen,
demasiados recuerdos. Los jóvenes que también están enraizados aquí, acabaran
yéndose hacia el mundo moderno.
El
18 de enero de 1971, a las cinco de la mañana, el maestral, viento seco y
violento del noreste, sopla en borrascas y maltrata el « Paloma ». La escollera
del puerto, que protege de los vientos del Este, no sirve para nada. El barco
tira mucho de sus anclas, que acaban garreando. Poco a poco, el muelle se acerca.
No se puede maniobrar, demasiada mar, demasiado viento. No es posible
desembarcar. Tememos que los cabos cedan y derivemos contra el muelle.
Las olas rompen contra el muelle y rebotan contra el casco. Durante la noche, el viento ha aumentado tanto, que la resaca parece vaciar el puerto.
Llega
el alba y con ella la esperanza. Un hombre aparece en lo alto de la muralla.
Esta escrutando el puerto, buscando su barca con la mirada y comprende
enseguida lo que nos pasa. Poco después, aparecen cuatro hombres llevando un
ancla muy grande, que viene sin duda de la antigua almadraba; Remando, van más
allá del « Paloma », y la fondean. Un calabrote aterriza a bordo del balandro,
y nuestros salvadores corren a refugiarse a sotavento del muelle. Nosotros,
cobramos el cabo y lo amarramos, el muelle y el peligro se alejan, los hombres
han desaparecido.
Cuando
vuelven más tarde, el viento ha amainado. Traen una maroma que tensan entre
nuestra roda y la punta del muelle, cerrando el camino a los barcos que quieren
llegar al muelle. A lo largo de nuestra estancia invernal, en cada entrada o
salida al puerto, por la mañana y por la noche, había que amollar este cabo y
luego tensarlo para dejarlos pasar. Una maniobra, sin palabras, y que los
pescadores hacían, solos, muy a menudo. Una dificultad que prefieren ignorar a
pesar de nuestras protestas (no queríamos estorbar, y ayudarles en la
maniobra). Solidaridad obligada, lo esencial es asegurar los barcos. El hecho
que seamos extranjeros no tiene importancia, es como si el hecho de estar en
Tabarca, bastara para tener nuestro sitio.
Esta
aventura nocturna nos vale el ser considerados de igual a igual, como
marineros, compartiendo el mismo mundo, y los mismos tormentos.
Isabel,
la mujer de Tomás, uno de los pescadores, ha bajado al puerto, y nos propone
venir a dormir a tierra, cuando el viento sea malo. Nuestro barco ya no teme
nada. Pero esa misma noche nos instalamos en su casa. Isabel, es una mujer
menuda, trota como un ratoncito, siempre sorprendida y admirando cada palabra
de su marido. Él, Tomás, llamado el « llarg », encuentra inmediatamente, en mi
altura y mi delgadez, un punto común entre nosotros.. Tomás e Isabel, con 60
años cada uno, viven en su casa con Rafael, su hijo, y su mujer Petrola. Nos
proponen una habitación sencilla que no cabecea ni balancea.
La
casa - de la qué están muy orgullosos - la han construido con sus propias
manos, en familia.. Rafael y Petrola, recién casados, viven arriba. Nos honran
enseñándonos armarios y cajones. Isabel, muy entusiasta, precede al grupo y lo
abre todo a su paso. Nos ofrece una habitación sencilla, blanqueada con cal,
que no balancea ni cabecea. Un oasis de paz, un refugio. Dormiremos aquí, todas
las veces que el « Paloma », se mueva demasiado en el puerto.
Tomas
e Isabel viven modestamente, como todos los tabarquinos, pero no dudan en
compartir con nosotros la cena, a la luz de un candil. Nos cuentan cosas de la
isla, los náufragos, la pesca. Hablan poco de sus dificultades y saben poco de
su origen genovés, que hace recordar sus apellidos con sonoridad italiana.
Desde
hace poco, corre un rumor que pone a todo el mundo en ebullición. El nuevo
concejal de Alicante ha venido a la isla y ha traído un plano del siglo XIX.
Dice el concejal que toda construcción que no figure en ese plano deberá ser
destruida. Inquietud... . ¿Qué derechos tendrán los tabarquinos si la amenaza
se precisa?. Nadie tiene titulo de propiedad. Las casas mas antiguas habían
sido regaladas a sus antepasados, en usufructo, las otras, se han construido sin
autorización. Desde siempre, se construye en Tabarca sin permiso. Se podría
invocar el derecho consuetudinario, por supuesto, pero cara a la
Administración, ¿qué valor tendría? Isabel y Tomás, nos preguntan, pero no
sabemos contentar, lo que si que sabemos, es que en caso de problema harán
frente común. Hace dos años, ya se les había propuesto abandonar la isla para
crear un complejo turístico. A cambio habrían tenido un alojamiento en uno de
los edificios nuevos de la costa. Pero, ¿como se puede abandonar la tierra de
sus padres, las casa donde se ha nacido y lo que se posee, por pequeño que sea?
¿Abandonar todo lo que hace tu vida? Los días pasan y las noticias cambian. Ya
no se habla de desplazar a los tabarquinos, ésta es su isla.
¡Sorpresa!.
En el extremo de la isla, en un rincón de la muralla, en el hueco de una
bóveda, nos hemos encontrado con un hombre, vestido con una sotana.
Gesticulaba, vociferaba, ponía los ojos en blanco; parecía celebrar una misa
profana y declamar un sermón apasionado e incomprensible. Hemos conocido a
Pepe. Este hombre está un poco loco, pero todos los de la isla, lo protegen.
Nos ofrece su compañía, inofensiva y alegre. Con él, recorremos la isla, el
campo pelado, hasta la granja abandonada, la casa del pastor. Cada día, nos
espera en el muelle, impaciente de vernos bajar a tierra. En su cabeza, mil
profecías barrocas. Piensa ser cura. En ningún otro lugar en esta España muy
católica de los años 70, esta libertad, por no decir blasfemia, hubiera sido
tolerada. En Tabarca, los habitantes sonríen de su locura, y no se extrañan. Es
más, es el antiguo sacerdote de la isla quien le ha regalado su sotana. Y
cuando los dos guardias civiles se lo encuentran durante su « misa », se quitan
el tricornio respetuosamente.
Pepe
va a ser el hilo conductor de nuestra película, el personaje emblemático de
esta comunidad unida y humana. « Tabarca, los higos chumbos, el viento que
sopla, que da dolor de cabeza... y San Pablo y San Pere que nos miran... ».
Pepe hace sus sermones en valenciano, en ellos se mezclan San Pedro, la
coca-cola y las chicas en bikini... . Las chicas que él ve en verano
exhibiéndose y que no se preocupan de la mirada de los autóctonos. Es difícil
saber si Pepe encuentra el espectáculo indecente. El, es un devoto de los santos
patrones del pueblo, San Pedro y San Pablo, que protegen a la isla. Pero
Tabarca, no deja de estar abandonada a su destino : sin agua corriente, sin
electricidad, sin sacerdote, sin grandes riquezas... Los tabarquinos viven al
margen de la sociedad española.
Cada
día vamos a ver los progresos de un barco que se construye y observamos los
gestos de los tres calafates que lo construyen, al aire libre., protegidos por
la muralla. Pocas herramientas: martillo, mazo, azuela, sierra y pinza. A parte
de un cordel que se tensa en torniquete para regular la separación de las
cuadernas, todo el trabajo se hace a ojo, sin plano, por supuesto.
La tradición, la memoria del gesto guía al calafate.
Utilizado
para la pesca y los intercambios con la costa, el barco es un elemento vital en
la vida de los isleños, de él depende la supervivencia de todos. El « llaut »
es el barco más popular de la isla, junto con su hermanita, la « bussa ».
La
flota local llegó a su apogeo en 1920, dando trabajo a los calafates, que
incluso iban a trabajar, a veces, a los puertos vecinos. A Tomás, le gustaría
tener una barquita, que aunque pequeña, fuera suya. Tras tantos años pasados en
la mar, tantos viajes lejanos, ésto sigue siendo solo un sueño. Nos lo cuenta
sin queja, es, simplemente, la realidad.
Pegado
a la muralla, frente al puerto, un hombre mayor escruta el horizonte. Esta allí
todas las mañanas, durante horas. Ha conocido la pesca en la época de la vela y
la gran almadraba, la última en actividad, en esta costa. Una pesca de combate
colectivo que ha perdurado en Tabarca hasta los años 60, una pesca en la que
los hombres luchaban hombro con hombro para sacar de la inmensa trampa, los
enormes atunes que podían pesar hasta 300 kilos. La almadraba estaba calada con
95 anclas, muy pesadas, a una milla de la isla en dirección sureste. Treinta
marineros trabajaban en ella, todos eran de la isla. Las redes eran fabricadas
aquí, por unas quince mujeres. De febrero a octubre, la almadraba operaba de
forma continua, con buenas capturas; pero la excesiva explotación de esta
riqueza y las modificaciones de las costumbres migratorias de los atunes,
acabaron con esta tradición.
Desde
que se abandonó la almadraba, muchos pescadores se han ido de la isla, con una
gran pena, para ganar mejor, su vida en otra parte. Los otros viven de una
pesca de cabotaje, para subsistir. Unos veinte « llauts » motorizados, de 8
metros de eslora aproximadamente, que usan diferentes artes de pesca.. El
palangre, el más utilizado, se hace en la zona de dos millas, para capturar
doradas, meros, dentones o sargos. El trasmallo, se cala de la primavera al
otoño, y sobre todo en verano, cerca de la costa, para atrapar salmonetes. Los
tabarquinos utilizan también las nasas y las poteras. La potera se practica a
una milla, en alta mar, por veinte brazas de fondo, para pescar el calamar.
La
vida del puerto sigue el ritmo de las entradas y salidas de la flota pesquera y
la preparación de los útiles: limpiar redes, enrollar las líneas en las cestas,
preparar los cebos, fabricar las nasas, … . Al caer la noche, se enciende, para
los que llegan más tarde, una lámpara que se balancea en lo alto de un
mastelerillo en la punta del muelle. Cuando llega el momento de calafatear los
barcos, los hombres unen sus fuerzas para halar cada barco a tierra. El cabo,
tirante por la fuerza de tantos brazos, se desliza en una enorme polea,
mientras que las voces marcan la cadencia del esfuerzo.
Por
la mañana, a partir de las 8, las mujeres van a coger el agua del día a la
reserva común. Entre cántaros y garrafas, es : « radio pozo », un momento de
reunión que todas aprovechan, jóvenes o mayores, para comentar las novedades.
Después con la garrafa de agua, calada en la cadera, vuelven a casa. En sus
casas guisan el pescado con arroz, la comida básica, y las canciones se escapan
por las ventanas. A veces, entonan estribillos en un idioma que ya no
entienden, canciones de otro tiempo, transmitidas de generación en generación.
Son los últimos recuerdos de su antiguo origen genovés.
Para ahorrar agua dulce, van a fregar los platos al mar, arrodillándose en el margen de un lavadero natural, en un rincón de rocas del puerto.
Las
mujeres también participan a las artes de la pesca. El remendar redes no tiene
secretos para ellas y muchas también hacen redes nuevas. Con 78 años, María
fabrica un kilo de red en dos días y vende su producción en Santa Pola a 24
ptas el kilo. Un oficio poco enriquecedor, que las más jóvenes ya no quieren
hacer.
Los
niños se divierten en la plaza del pueblo a la hora del recreo, y por la tarde,
al salir de la escuela. Una clase para todos en una casita. Juegan al corro,
chillan, juegan y ríen. ¿Cual es su futuro? Las chicas irán sin duda a la costa
a buscar trabajo. Los chicos se embarcaran para ir a pescar a Canarias. Ocho
meses sin tocar tierra, llenando con toneladas de calamar, la barriga
refrigerada de un palangrero. Al volver, descansaran uno o dos meses y se
volverán a marchar. Y es que hace falta dinero para construir en la costa, el
sueño de la mayoría de estos jóvenes.
Numerosos
isleños, tienen la impresión de haber sido dejados de lado, abandonados por el
resto del mundo, de vivir a la dura, una existencia precaria más difícil que en
otra parte.
El
pueblo no olvida, como un símbolo de su desamparo, el drama de esta mujer, de parto,
que murió en pleno temporal cuando la llevaban al hospital. Solo queda una
solución: arrimar el hombro.
Tres
veces a la semana el « María Dolores », el correo de la isla, hace el viaje
hasta Santa Pola. Los tabarquinos se embarcan gratis. Al volver, el barco va
cargado con pasajeros, pero también con botellas de gas, cajas de botellas y
cestas de provisiones: frutas, verduras y otros víveres que hay que ir a
comprar a la costa. El sábado es el gran día. El pueblo está en plena activad.
Es el cambio de los guardias civiles. Sus capas hinchadas por el viento, los
que llegan van al cuartel, en la Torre de San José, en medio del campo de higos
chumbos.
Desde
hace poco, corre un nuevo rumor de punta a punta de la isla. La ciudad de
Alicante va a regalar a Tabarca un potente grupo electrógeno para tener luz en
las casas y en las calles. !La luz eléctrica en la isla!. Los tabarquinos no se
lo creen, al fin, alguien ha pensado en ellos. Una delegación con chaqueta y
corbata, espera en el puerto al concejal municipal de Alicante : el guardia
civil, el alcalde, el enfermero, el maestro,... . ¿De qué hablan? Nos enteramos
de que traerán dos motores el viernes. Luego traerán cabinas de playa que serán
instaladas, la playa va a ser remodelada, aplanada. Hasta se habla, de
habilitar un terreno de camping. !Todo llega, estamos en marcha!. Se va a
limpiar la isla de arriba a abajo, un agente se va a encargar de que las calles
estén limpias. Un pescador nos ha dicho, que la isla se iba a convertir en un
pequeño Monte-Carlo. ¿Un flujo de veraneantes para dar fuerza a esta comunidad
abandonada?. ¿Podría seguir viviendo la isla, sin ésto?. ¿Se han buscado otro
tipo de soluciones?.
Una
mañana de este invierno 1971, una chalana atraca en Tabarca. Transporta un gran
generador y una dinamo. La llegada es triunfal. Se descarga a fuerza de brazos,
todos quieren participar en la maniobra. Discurso oficial. Aplausos. Es un buen
día. El evento es importante. Un bulldozer y un tractor, acompañan al motor.
Ellos han de limpiar la cala y la playa, donde reposan restos inútiles de
barcos, que aun tienen su arboladura... . El bulldozer, va a hacer desaparecer
los últimos testigos de la historia marítima local. Hay que valorizar la isla,
para que sea mas limpia, mas atractiva, para acoger a los extranjeros. ¿Quién
se va a quejar?. Asistimos, con el corazón en un puño a la destrucción de las
viejas barcas, con velas latinas. La maquina las devora, las destroza y las
empuja a la punta de la playa. Un gran montón que se va a quemar. Por casualidad,
estamos presentes en este momento crucial. El momento en que el mundo moderno
ha decidido irrumpir en Tabarca. !La isla, el paraíso del turismo!. « Qué
suerte para los habitantes! », alardean los oficiales. Estamos anonadados.
Los
pescadores siguen en sus faenas como si no pasara nada, pero todos esperan un
cambio, una vida mejor, más fácil. Tomás sigue relingando redes, su trabajo
principal en invierno; cuando le cunde, monta una por día. ¿En abril, se va a
volver a embarcar, como de costumbre, para ir a pescar a Marruecos? Cuatro
meses en el mar para tener de qué vivir en invierno.
Una
vez la instalación hecha, la excitación se calma, la vida vuelve a su discurrir
ordinario. Únicamente las luces en la noche anuncian los cambios que vienen. El
ruido del motor, también, que oculta el soplar del viento. Tomás ha sido
nombrado guardián del monstruo... . Hará falta un cierto tiempo, antes de que
se vea la evolución de Tabarca. Esperamos, sin creérnoslo, que la fiebre de lo
moderno no contagie a los habitantes, haciendo desaparecer su lado tan humano.
Estaban en el muelle cuando izamos las velas. Isabel nos dió un beso. Prometimos volver muy pronto. Era una mentira.
Otoño
2011. Hemos estado andando todo el día por la isla, hemos visitado el museo
dedicado a la historia de Tabarca y a su vocación reciente de reserva natural.
En este lugar, muy bien diseñado, hemos descubierto tesoros, fotos de la
almadraba en actividad, documentos de la pesca a vela, retratos muy
enternecedores de tabarquinos de los años 60, secuencias muy hermosas, filmadas
en esa misma época. Lo que vemos, nos da seguridad.
Esa
misma tarde, nos vamos de Tabarca. Esta breve estancia nos ha permitido
sacarnos de dudas y abandonar las viejas ilusiones. La isla ha cambiado poco en
su configuración. La muralla y las puertas monumentales han sido muy bien
restauradas así como la iglesia y la Torre de San José. Hemos reconocido cada
calle, cada casa, los pozos, el « sitio » de la capilla de Pepe. Una mujer nos
ha dicho que Tomás e Isabel habían fallecido y que su hijo Rafael era patrón de
pesca en Santa Pola. Según ella, nada es como antes. Otro mundo ha llegado a
Tabarca. El agua corriente, la electricidad, el teléfono y el turismo han
modelado una nueva isla. Las redes de pescar, se han colgado de forma
definitiva. Muchos son los que se han ido a trabajar a la costa. Durante el
invierno hay menos de cincuenta habitantes. En verano, es la locura!, mas de
cuatro mil visitantes cada día!.
«
¿Qué les ha pasado a mis amigos,
de
los cuales he vivido tan cerca,
y,
a los que tanto he querido?
Parece
que el viento se los ha llevado... »
Este
poema de Rutebeuf que canto Leo Ferré, en los años 60, nos viene a la memoria.
¿Y sus hijos? ¿Donde están los barcos de pesca ?. La comunidad tabarquina, que
nosotros habíamos conocido, ha desaparecido, diseminada, ya solo existe en
blanco y negro en nuestros recuerdos y en las fotos ¿Qué odisea tan increíble
la suya!.
En
el camino de vuelta, en la autopista, escuchamos las noticias sin parar : la
crisis económica en Europa, las promesas electorales... . También se habla de
un suceso horrible : la muerte de Yue Yue, una chinita atropellada por una
camioneta en plena ciudad y que nadie ha socorrido. Basta con indignarse?
Pensamos en Isabel y Tomás, en su generosidad, en su humanidad, en la vida
comunitaria que unía los habitantes de la isla y de la cual, ellos dependían.
Nos quedamos sin palabras. Cambiamos la frecuencia para escuchar música y
ponemos el volumen muy fuerte.
Años
después de nuestro invierno en Tabarca, y tras numerosas mudanzas, la película
original de 16mm., que habíamos rodado en la isla en 1971 y de la cual habíamos
hecho el montaje, se ha extraviado. No se hizo ninguna copia. Una gran bobina
en una caja metálica. Tal vez, se ha quedado en alguna parte : en un desván de
Dinan, de Saint Nazaire o de Douarnenez, o en otra parte o en un rastro... .
¡Si por casualidad, la encontrarais, seriamos muy felices!. Afortunadamente,
nos quedan algunas imágenes, largas secuencias sin montar, y las fotos que
hicimos en aquella época, que el conservador del museo de Tabarca añadirá a sus
colecciones. Es el punto final a esta aventura de juventud.
"Muchas gracias a la revista "Le Chasse Marée" www.chasse-maree.com
y a los autores Martine y Jean-François Garry, sin olvidar a la traductora Pilar Ferrández Bañón."
y a los autores Martine y Jean-François Garry, sin olvidar a la traductora Pilar Ferrández Bañón."
Nota: la película fue localizada y ha dado como resultado un documental sobre la isla, ver enlace con una noticia aparecida en el diario Información http://www.diarioinformacion.com/alicante/2014/09/07/mayo-68-vetusta-tabarca/1542510.html
Documental de TVE2 sobre la isla http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-espana-sumergida/espana-sumergida-isla-tabarca/219805/Isla de Tabarca
Si encuentro un enlace al documental francés, editaré la entrada y lo añadiré.
Imágenes de Tabarca
Autores: Martine y Jean-François Garry
Jugando en una plaza |
Pescadores tabarquinos |
Calafates |
Calafate |
Haciendo agua |
A la salida de la escuela |
Barca varada en el puerto |
Mujeres lavando en el mar |
Puerto de Tabarca |
Embarcación tradicional a vela |
Pepe |
Muelle en Tabarca |
Calle y casas de Tabarca |
Tabarquina |
He disfrutado mucho con la lectura de esta publicación. Queda claro que a pesar de su "pobreza", los tabarquinos de aquellos años fueron felices, mucho más que nosotros ahora que pensamos tenerlo todo, cuando en realidad cada día que pasa tenemos menos.
ResponderEliminarEspero algún día poder visitar la isla.
Gracias.
Me alegro que te gustara la lectura.
ResponderEliminarYo también espero volver a visitar la isla.
Gracias por visitar el blog y por tu comentario.
Yo me he reconfortado con el sentir y el espíritu que impregna toda la lectura.Un homenaje a la lucha por la vida de los tabarquinos y la que fue su gran empresa mantener viva a Tabarca.
ResponderEliminarNo se puede acceder a la siguiente publicación, "Agua dulce abordo"
ResponderEliminarHola Fernando: ahora ya está disponible. Gracias por tu interes. ¡Buena proa!
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